Reflexión Histórica sobre el tema de la Seguridad:
Palabras del Presidente Álvaro Uribe en la clausura de la 56 Asamblea de Gobernadores.
Marzo 26 de 2010 (Armenia)
Marzo 26 de 2010 (Armenia)
...Y permítanme hacerles una reflexión, apreciados gobernadores, sobre el tema de la seguridad.
Con motivo del Bicentenario, uno se da a la tarea de pensar en la Patria. Hoy sacaba, para el Jueves y Viernes Santo, un librito sobre el General Obando, para mirar también ese episodio de la historia de la Patria. Y uno ve lo siguiente: Colombia ha tenido siempre buenos gobiernos, buenas políticas públicas, buenos liderazgos, una ciudadanía con unos valores muy importantes. Colombia debería ser el pueblo más amargado del mundo, con tanto sufrimiento, y es un pueblo alegre, desprevenido, espontáneo. Eso es un capital social inigualable.
¿Y Colombia por qué, con esas condiciones, no ha progresado lo suficiente? Los historiadores, los sociólogos, los economistas darán muchas razones. Yo creo que una de ellas es la violencia. La violencia ha sido frustrante en nuestra historia.
El profesor López de Mesa tiene una obra muy importante que se llama ‘Las frustraciones colombianas’. Dice que la primera frustración nos la produjo la destrucción violenta de la cultura agustiniana, por parte de la cultura chibcha.
La segunda frustración nos la produjo la violencia de la Conquista, que destruyó la cultura chibcha. La tercera frustración nos la produjo la violencia interna, que nos llevó del Grito de Independencia del 20 de julio a la Patria Boba. Eso sí que es triste.
Al otro día del 20 de julio, ya estábamos en la primera guerra civil. El General Santander, de 18 años, acababa de graduarse en el colegio San Bartolomé, y se vinculó al Ejército, en la idea de que iba a luchar contra los españoles. Mentiras. Lo vincularon al ejército del General Nariño, que presidía el gobierno centralista en Bogotá, para combatir al ejército de don Camilo Torres, que presidía las provincias federalistas reunidas en Tunja. Esa guerra no nos permitió consolidar la Independencia. Nos llevó a la Patria Boba.
Hace dos años conmemorábamos en Mariquita (Tolima) el segundo centenario de la muerte de Mutis (José Celestino), que nos obligó a volver a estudiar a Mutis, y a escuchar a quienes lo estuvieron viendo.
La violencia nos frustró tener un gran desarrollo a partir de los conocimientos de aquella generación de iluminación que había estado conformada por los discípulos de Mutis. La Patria Boba los llevó al cadalso. Otra gran frustración que nos dejó la violencia.
Hay un discurso del General Nariño que a mí me ha causado mucho asombro, porque él impulsa esa primera guerra civil que nos lleva a que se frustre la Independencia, pero después se duele de que frustramos la Independencia. Y dice que apenas habíamos puesto el primer huevito por la Independencia, nos olvidamos del tema y en lugar de afianzar la Independencia, creamos las condiciones para la Patria Boba.
Recordando eso les he dicho a mis compatriotas: apenas hemos puesto el primer huevito de la Seguridad Democrática. No lo vamos a feriar. No lo feriemos. No vamos a dejar que regresemos a la Patria Boba.
Y mientras eso sucedía aquí, ¿qué pasaba en Venezuela? En 1812 se habían conocido Bolívar y Miranda en Londres, y emprendieron juntos el viaje de regreso a Venezuela, en una gran alianza. La violencia interna los terminó de enemigos, e inspiró a la historia para que muchos le asignaran a Bolívar una traición a Miranda.
La violencia entre nosotros mismos nos empañó la inmolación heroica de Atanasio Girardot y de Ricaute, porque nosotros mismos asesinamos a Piar. Qué tristeza. El Libertador no se situó en Angostura por capricho. Era porque sus propios coterráneos en Caracas no lo dejaban avanzar, lo tenían como su enemigo.
Después de que regresa de la Campaña del Sur, nosotros tuvimos otra frustración: no pudimos tener al Libertador durante un tiempo suficiente con sus dotes de buen gobierno, porque la violencia interna no le daba descanso. Un día tenía que emprender un viaje a Venezuela a apaciguar a Páez, que amenazaba con desintegrar la Gran Colombia, y al otro día al sur, porque el Perú se separaba.
Pero lo que sí estaba sucediendo era que el general Juan José Flores sonsacaba al general Obando, para que Nariño y Ecuador desintegraran la Gran Colombia, uno de los últimos esfuerzos frustrados del Libertador.
Y qué decir de los magnicidios. A mi generación, antes de que naciera mi generación, el magnicidio de Gaitán, y mi generación ha asistido a los magnicidios de Luis Carlos Galán y de Álvaro Gómez Hurtado.
Eso tiene antecedentes. El del general Uribe en 1914, por esa violencia interna. El de Arboleda en los años 1860 en Berruecos. Y aquel del 4 de junio de 1830 en Berruecos, del Mariscal Sucre, que afectó bastante mal la salud del Libertador.
El Libertador iba en pleno viaje a su destino final, cuando conoce la noticia de la muerte de Sucre. Dos años antes, estando en Bucaramanga, cuando no lo dejaron asistir a la Convención de Ocaña, que dedicó esa estadía en Bucaramanga a escribir a Ocaña, y a atender tertulias en la noche, que las relata bellamente Luis Perú de la Croix, en aquel pequeño libro que se llama ‘La estadía del Libertador en Bucaramanga’, sus contertulios le habían preguntado al Libertador cómo juzgaba él a los generales.
Y dijo: los mejores son los que son buenos en el campo de batalla y en la oficina; los segundos, los que son buenos en el campo de batalla y malos en la oficina; los peores, los que son buenos en la oficina y malos en el campo de batalla.
Le preguntaron quién es el mejor. Dijo: Sucre. Y él le entregó a Sucre toda la confianza en Pichincha, y en el sur, y en la fundación de Bolivia.
Detrás de la inspiración de Sucre en la Constitución de Bolivia, estaba el Libertador, pero finalmente en esa Constitución estaba el talento de Sucre.
¿Cuál sería el dolor del Libertador cuando conoce de la muerte de Sucre? Lo matamos nosotros, lo engañamos nosotros. Fue uno de los nuestros, Don Domingo Caicedo, Vicepresidente, el que le dijo: no se vaya por Buenaventura a embarcarse a Guayaquil para subir a Quito. Porque él iba a encontrarse con su señora y su hija en Quito, y además a cumplir la última misión del Libertador: a detener la desintegración de la Gran Colombia.
Y le dijeron: váyase por Popayán – Pasto. Y el primer atentado lo logra sortear al cruzar el río Magdalena, pero finalmente lo asesinan en Berruecos. Imputaciones a los nuestros, a los destacados de la época. Solamente un autor material confeso, se llamaba Apolinar Morillo.
Entre 1828 y principios de 1830, Colombia tiene tres viajes frustrantes: la salida del General Santander al exilio; le conmutaron la pena de muerte a la cual lo habían condenado por la participación en el atentado del 25 de septiembre, por el exilio; la salida del Libertador de Bogotá a buscar su destino final en Santa Marta, y el viaje de Sucre al sur a buscar su cadalso en Berruecos. Tres viajes bien tristes, derivados de la frustrante violencia.
Y en 1832, el General Santander regresa elegido Presidente de la República, y emprende una gran revolución educativa. Sus más enconados enemigos la registran bien. Pero esa revolución también se frustró por la violencia que sobrevino. Con José Ignacio de Márquez, su Vicepresidente, con su antiguo aliado, don Vicente Asuero.
La Guerra de los Supremos. Su gran socio, el general Obando, lanza una guerra, porque quiere defender a la Iglesia en favor de las tesis del Libertador y en contra de las tesis de Santander.
Y ese periodo después de la muerte de Santander hasta la Constitución del 63: José Ignacio de Márquez, Melo, Obando, Mariano Ospina Rodríguez, es un periodo de tremenda violencia.
Un elemento importante para registrar allí: la liberación de los esclavos de 1853, de José Hilario López.
Y esta semana un contertulio me decía que entre la Constitución de 1863, de Rionegro, y la Constitución de 1886, hubo 30 guerras civiles en la Patria.
La Constitución de 1863 de pronto fue el avance constitucional más importante del nuevo mundo. Inspiró a Víctor Hugo a decir: ‘Una Constitución para un país de ángeles’. Era una Constitución de libertades, de verdadero federalismo.
Y esos bienios tuvieron gobernantes muy destacados. Figuras cimeras de la Patria, como don Aquileo Parra, como Murillo Toro. Pero en un periodo de 23 años, 30 guerras civiles.
Y la elección de Núñez no se da por casualidades de la política. Primero lo eligieron Presidente del Estado de Bolívar y después Presidente de la Nación, como una reacción del Caribe contra la violencia y el desorden.
En el conocimiento del temperamento colombiano, creo que es importante anotar que en la alegría, en la expresividad Caribe, subyace una actitud muy radical contra el desorden y la violencia, que llevó a Núñez a sendas presidencias.
Y hubo un periodo de relativa paz: siete años. Los únicos siete años de paz del siglo XIX, con prosperidad en Colombia. En esta Colombia Andina, prosperidad en la agricultura y en el café. En la Colombia Caribe, prosperidad en la industria.
Pero eso duró muy poco. Vino la Guerra Civil de 1895. Y estaba terminando y estalló la última guerra civil del siglo XIX, la Guerra de los Mil Días, de los 1.128 días.
Y termina en medio de tristezas. Termina en aquel trimestre final del año 1902. Se firman tres pactos: uno en Panamá. Yo tenía la idea de que el General Benjamín Herrera había asistido a Panamá, pero no. Revisando la historia recientemente, él envío sus delegados. Por el Gobierno firmó el General Alfredo Vásquez Cobo.
El otro en Chinacota, ahí cerca de Cúcuta. Yo no sé quién estuvo por las fuerzas insurgentes. Por el Gobierno estuvo el General Ramón González Valencia.
Y el otro pacto se firmó en una finca del departamento del Magdalena, Neerlandia. Lo firmó el General del Gobierno, Florentino Manjarrés, con el General de las fuerzas insurgentes, Rafael Uribe Uribe.
Y Uribe Uribe dijo: ‘Hemos hecho la paz no porque estemos convencidos de la paz, sino porque ya no tenemos por qué pelearnos. Destruimos el país. Ya no hay nada para pelearnos. Nuestros padres y nosotros mismos nos equivocamos al pensar que hacíamos Patria con los fusiles destructores de la violencia. La única manera de reconstruir la Patria es con las herramientas fecundas del trabajo’.
Empezó un periodo de paz en medio de una gran postración de la Nación entera.
Y en 1913 se dan dos hechos: uno frustrante y otro estimulante. Frustrante, la separación de Panamá. El General Pedro Nel Ospina llegó a las 12:00 del día a decirle al Presidente Marroquín, en el Palacio de San Carlos, que se estaba separando Panamá. Él estaba leyendo una novela en francés. No había manera de resistir ni de mantener a Panamá. Y además Panamá se había separado creo que por cansancio.
En su acta de independencia los panameños dicen que han llegado a la mayoría de edad, que se separan como hermanos y que quieren ejercer sus derechos. No hubo violencia, ni aquí había capacidad de resistir.
No fue el primer ensayo o intento de independencia de Panamá. Hubo otros antes. Ellos estaban cansados porque Colombia no ejercía autoridad, porque en Colombia se imponían los violentos, porque descuidamos a Panamá.
Cuando uno lee la historia la influencia de la política del Gran Garrote del Presidente Roosevelt en la separación de Panamá, por los intereses norteamericanos por el Canal, se pregunta: ¿y no incidió también la política nuestra del gran descuido?
Años antes intentaron separarse cuando los violentos quemaron la ciudad de Colón. Un incendio devastador, que quebró a las compañías de seguro de la época. Ellos dijeron: aquí no hay Gobierno de Colombia que nos proteja. En Colombia no les interesa la seguridad. Viven es en unas peleas internas.
¿Saben quién salvó esa separación en este momento? Un colombiano ejemplar, de autoridad y de capacidad de trabajo y de realización: Rafael Reyes, quien años después fue Presidente de la República. Lo mandaron los gobiernos y él se fue a imponer autoridad allá. Sus malquerientes dicen que fusiló a los incendiarios y que alguien le dijo: ‘No los puede fusilar porque la Constitución colombiana no permite’. Y dijo: ‘Fusílenlos, mientras cambian la Constitución’.
Lo que ocurrió sí, es que el ejercicio de autoridad de Rafael Reyes en aquel momento evitó la separación de Panamá, que no se evitó después. Era la joya de la corona. Si uno compara a la Panamá de aquel momento con Medellín, con Cartagena, con Bogotá, Panamá era la joya de la corona.
¿Y cuál fue el elemento positivo, interesante, de 1913? Un viejo luchador de las guerras, el General Heriberto Vengoechea, lanza en Barraquilla la Batalla de Flores, que es un acto importantísimo de ese Patrimonio Inmaterial de la Humanidad que es el Carnaval de Barranquilla.
Dijo: ‘En adelante las únicas batallas que se admiten en Colombia son las batallas de flores’.
Y vino ese Gobierno realizador de Rafael Reyes, un año de González Valencia, un Gobierno de la decencia de Carlos E. Restrepo, muchos gobiernos. Un Gobierno realizador de Pedro Nel Ospina, quien invirtió la indemnización por Panamá.
Y ese Gobierno superior de Alfonso López Pumarejo. Todavía aquellos que agitan banderas partidistas, se equivocan al presentar a López Pumarejo como un hombre que estaba en contra de los intereses empresariales.
López Pumarejo sería la inspiración de mejor equilibrio para entender que se requiere la prosperidad de la empresa y la reivindicación de los trabajadores. Fue lo que hizo: en lugar de fomentar el odio de clases, lo que fomentó fue la prosperidad colectiva.
López Pumarejo permite, con las reformas de su Gobierno, que el país haga el tránsito de aquella Colombia pastoril y bucólica, a una Colombia de industrialización.
Y al mismo tiempo es el que inicia la reivindicación de los derechos de los trabajadores, que tenían un antecedente en las leyes de 1913 a 1914 de Rafael Uribe.
Y viene un Gobierno sumamente importante de Eduardo Santos. En esta tierra cafetera hay que recordar que entre los logros económicos de la Colombia del siglo XX, está haber creado la Federación Nacional de Cafeteros y después el Fondo del Café. Y haber asignado la administración del Fondo del Café a la Federación, no al Gobierno. Y esa administración la definió un Gobierno sumamente serio e importante, el del doctor Eduardo Santos.
Y estalló nuevamente la violencia entre los partidos, en los años 40. De allá para acá las generaciones vivas no hemos tenido un solo día de paz.
No había terminado la violencia entre los partidos, a pesar de los pactos del Frente Nacional, y ya se oían los estallidos, los disparos de los fusiles de las guerrillas marxistas, que vinieron a implantar el odio, la lucha de clases como medio de acción política, la dictadura del proletariado como propuesta de organización estatal para sustituir el Estado de Derecho.
Y generan la reacción igualmente cruel del paramilitarismo. Y ambos son cooptados por el narcotráfico.
Creo que escasamente en el siglo XX hubo 40 años de paz en la Patria. Escasamente en el siglo XIX siete años de paz. Y una cadena de frustraciones en una Colombia que debería tener mayor prosperidad y mayor justicia.
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